sábado, 10 de enero de 2009

Días perros. III

Han regresado las tardes de café y yo sin poder entrar a la sala desde que se les ocurrió cambiar mi sitio de trabajo, decidieron que es más pertinente permanecer fuera y ahora sólo veo entrar gente y más gente. Desde este nuevo rincón miro cada cliente, y generalmente voltean a mirarme, me saludan, me palmean, algunos incluso me invitan a tomarme una copa con ellos, siempre les digo que ya les alcanzaré, ante todo hay que estar pendiente, es un trabajo, vaya responsabilidad con la que nos hacen. Eso si, nunca falta quien se sorprenda que haya un perro portero, tiempos modernos es de lo que estamos hablando

Esta tarde se volvieron a abrir las tardes del café, repito porque me pierdo, perrodisculpas; me lo comentó Federico hace unas semanas, pero no fue más que un rumor y él es siempre el mejor para propagarlos (y crearlos), Salvador y Luis son menos propensos a creerse estos rumores, pero cuando uno comienza a ver la información que se difunde por internet, cuando lo escuchas en el río, lo miras en los perrodiarios e inclusive (válgame mi santa perra madre!) lo sientes cuando paseas por Triana!. Era ingenuo no notar que los avisos apuntaban claramente a un inminente retorno de las Tardes de café más perras de toda la comarca.

Al abrir pude ver que entró de nuevo Sandra y Appu, parece que seguirán siendo los encargados de llevar estas tardes culturales. Me alegra, al menos son entusiastas y andan detrás de proyectos culturales de interés para ofrecer. A mí mientras me alegren la tarde en estas fechas que del frío se me encogen las patas y el rabo, pobre rabo, y en lo que sea posible, que los clientes no se olviden de despedirse antes de salir hacia ese gigantesco e insondable mundo sevillano. Acepto propinas.

Salvador está inquieto, o más bien, ha estado inquieto desde hace unos días, se enteró que habíamos llegado ya al año 2009, algo causó en él, como el trastorno que parecía haber desparecido cuando decidió dormir profundamente bajo tierra y que pintó tantas veces en vida. Pero regresó con el año nuevo, regresó y le afecta de tal manera que en Las noches del Cangrejo suele esconderse hasta que termina la velada y puede al fin deambular tranquilo por la sala. Después se acerca. Puntualmente camina desde su habitación y sin atreverse a abrir la puerta para encontrarse de frente conmigo, imita los gestos de Antonio, de Nuria, del gran Yellow Pin, y me sorprende que sepa de memoria todos y cada uno de los versos que se escurrieron por las paredes de este bar mientras la velada se revelaba como una festividad. Y hace esto después de cada uno de los eventos!, no deja de ser un poco ridícula su actitud, pero el no poder comunicarse con la gente de este bar también debe estar trastornándolo un poco, recuerdo que hace años era tan distinto, ahora solo quedan cenizas, y sueño.

Sigo soñando cada noche y parece no tener remedio. No tiene remedio, y parece que mi visita al hospital tampoco dio una sana solución. Sueños llenos de humo, de llamas, gruesas gotas negras que agravan la campiña, que proyectan al futuro los rascacielos y son estalactitas de cabeza, que gravitan bajo la almohada a ocho patas, y aunque digan que todo esté mal, debo recordar que siempre ha sido igual, y que el número trece no es fácil de olvidar, que barreras invisibles y certeras poseen las almas, que hay gritos en oriente, y el este, en el oeste y el norte (en Mictlán es usual). Esperaré otra noche, y otra, y sin remedio me dejaré caer en los sueños que comparto a mis dueños tras cada apertura, y que ellos lo pinten, y escriban y filmen sobre mí, también me proyecta, pero no estoy seguro que sea ese mi lugar.

Soy perro, me alejo del sueño cuando las puertas se abren y comienza una jornada más de trabajo, perra vida, perra suerte. La mejor, lo debo dejar muy claro.

PD.

Acabo de recibir un correo electrónico de confirmación, dentro de un par de meses vendrá a visitarme mi amigo el Panero. Les mantendré informados. O no.

Días perros / Viernes 9 de enero 2008.

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